domingo, 28 de septiembre de 2008

UN PAR DE OJITOS AZULES , CIELITO LINDO ....


Se apagó el azul. La mirada transparente de Paul Newman se rindió el viernes al embiste de un cáncer de pulmón que cerró para siempre los ojos más alabados de Hollywood. Películas como El buscavidas, Marcado por el odio o El juez de la horca están impregnadas del talento de este actor incorruptible al que la fama no consiguió transformar en carne de revista rosa. Tan célebre por su trabajo como por su activismo político, su generosidad filantrópica y su pasión por la velocidad (era piloto de automovilismo), Newman falleció en su granja de Westport (Connecticut) a los 83 años. Con cerca de un centenar de títulos a sus espaldas, un Oscar al mejor actor, otro honorífico, un premio de la Academia por su labor humanitaria y nueve candidaturas, sabía que la muerte le acechaba y el pasado agosto optó por abandonar el hospital y los tratamientos médicos para disfrutar en la intimidad de sus últimos días.

"Su arte era la actuación. Su pasión, las carreras. Su amor, su familia y amigos. Y su corazón y su alma los dedicó a contribuir a que el mundo fuera un lugar mejor para todos". Éstas eran las palabras con las que ayer anunciaba su muerte la Newman's Own Foundation, creada con el dinero de su multimillonario negocio de condimentos para ensalada. Lo creó en los años ochenta jugando entre pucheros -amaba la cocina-, y de manera altruista nunca lo explotó para sí, repartiendo con fines benéficos más de 150 millones de euros.

Pero antes que sus aliños, el mundo saboreó en todo su esplendor los ojos de Paul Newman en 1958, cuando la llegada del color a Hollywood permitió que pudieran llenar de azul la pantalla por primera vez en la película, Un largo y cálido verano. Aquel filme, el sexto de su carrera, por el que consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Cannes, también supuso el encuentro con la actriz Joanne Woodward, que se convertiría en su segunda esposa. Cincuenta años después, la actriz seguía a su lado el día de su muerte. Newman trabajó con ella en 11 filmes y la dirigió en cuatro, incluida la aclamada Rachel, Rachel. En una industria donde el consumo de parejas parece la norma, Newman también supo ser diferente. "¿Si tengo un filete en casa, para qué me voy a comer una hamburguesa?", bromeó en los años noventa respecto a las "tentaciones".

Achacó al aburrimiento por el cine el descubrimiento de una nueva pasión, las carreras, que conoció a través del filme Winning en 1969. Tardó cinco décadas en conseguir su primer Oscar. Fue en 1986, un honorífico a su carrera. En 1987 le llegaba por la película El color del dinero, en la que Martin Scorsese rescató al jugador de billar Fast Eddie Felson, al que había interpretado en El buscavidas. Como él, también sabía que la vida tiene un componente importante de suerte. En 1978, su hijo Scott, fruto de su primer matrimonio, fallecía por una sobredosis de drogas y alcohol. Para que otros tuvieran más suerte creó un centro de rehabilitación en su nombre.




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