viernes, 7 de noviembre de 2008

TUTTI FRUTI


Madonna celebró que Estados Unidos haya puesto “un afroamericano en la Casa Blanca” pero se declaró frustrada por la aprobación en California (oeste) de la prohibición al matrimonio homosexual, en un concierto donde invitó a Britney Spears y Justin Timberlake a la tarima.
“Pusimos a un afroamericano en la Casa Blanca ñuao!”, dijo Madonna sobre la tarima del estadio Dodger en Los Angeles, que en ese momento se iluminó con imágenes gigantes del presidente electo Obama mientras la audiencia de unas 20.000 personas ovacionaba, sin dejarla hablar la noche del jueves.

“Pero estoy frustrada por la Proposición 8″, agregó la reina del pop refiriéndose a la aprobación por referéndum el mismo martes electoral de una propuesta para enmendar la Constitución de California y prohibir el matrimonio homosexual aprobado en mayo de este año por la Corte Suprema del estado.

Entre las sorpresas del repertorio en Los Angeles, Madonna invitó a la tarima a Britney Spears para interpretar juntas su última versión de “Human Nature”, donde la cantante de 50 años proclamó al final de la canción “Yo no soy su bruja” y apuntando a Britney agregó: “Ella no es su bruja”, provocando los aplausos y palabras de apoyo a la ínterprete de “Baby one more time”.
Poco antes de terminar fue el turno para Justin Timberlake, con quien interpretó el tema “4 Minutes” igual que suena en su disco “Hard Candy” pero con una coreografía sensual y electrónica que levantó más ovaciones en el show que se alargó hasta la medianoche.
La presentación de Madonna en Los Angeles, que contó entre la audiencia con Fergie, Drew Barrymore, Ryan Seacrest y Jennifer Lopez, fue parte de su gira “Sticky et Sweet Tour” iniciada el 23 de agosto en Gran Bretaña, que saltará las próximas semanas a Chile y Argentina para finalizar el 18 de diciembre en Sao Paulo.




El venerado poeta israelí Yehuda Amichai sentenció hace 30 años: "El aire de Jerusalén está saturado de rezos y sueños, como el aire de las ciudades industriales. Es difícil respirar". En la muy tensa capital jerosolimitana, no propicia el sosiego el faraónico y polémico proyecto financiado por el Centro Simon Wiesenthal: construir un museo sobre el cementerio musulmán más antiguo de la ciudad santa. Tras dos años de litigio judicial, el Tribunal Supremo ha dado luz verde. Frank Gehry, el arquitecto contratado para levantar un edificio muy de su estilo, se pondrá manos a la obra para dar vida al Museo de la Tolerancia. "Su nombre", ha escrito la crítica de arquitectura del diario Haaretz, Esther Zandberg, "no podía ser más sarcástico para una ciudad donde la tolerancia es cero".


El museo servirá, sin duda, para borrar un vestigio más del pasado árabe en el oeste de la ciudad. A escasos metros del cementerio, se construye un lujoso hotel en un recinto que perteneció al Consejo Supremo Islámico. Altas torres de viviendas encajonan ya preciosas casas árabes del periodo otomano. Las protestas de arquitectos y urbanistas israelíes surten nulo efecto. Las murallas de la ciudad vieja, construida en tiempos del sultán Suleiman el Magnífico, son desde Jerusalén occidental cada día más invisibles. Un flamante centro comercial y un bloque de apartamentos -eso sí, de precios prohibitivos- son un muro infranqueable a decenas de metros de las murallas.

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